Según la encuesta Ipsos, el 87% de los chilenos está de acuerdo con la afirmación de que cada uno es responsable de establecer sus propios principios para tomar decisiones; el 61% se ve abrumado porque hay “demasiadas opciones” en la vida, y el 49% declara que lo importante es disfrutar la vida hoy porque el mañana se cuidará solo. Ello representa el deterioro de la vida en común, y es una consecuencia de la política de izquierda en Chile, en tanto promueve la conflictividad social, la división institucional y la deslegitimación normativa.
Respecto de la conflictividad, la izquierda adoptó la estrategia de representación de minorías. Alentó la identidad como medida de lo deseable para regular la convivencia social (lo justo lo definiría la propia concepción, habilitando al ciudadano a imponer su medida a los demás). Según, C. Peña es el “absolutismo de la propia voluntad”. Cultiva la incompatibilidad de intereses, la fragmentación social y la inviabilidad de un proyecto común.
La regionalización devino en una división institucional cuyos resultados minan la confianza en el Estado. La política estatista de inversiones anuló la competencia en el Litio, cerró la Fundición Paipote y venderá Quebrada Blanca (ENAMI); impuso una educación pública centralizada, ajena al mérito de los alumnos y la participación de los padres (tómbola y SLEP); aumentó el desempleo (9,7%, INE) y redujo el PIB regional en Atacama (-2,6%, Banco Central); creó cupos parlamentarios, un gobernador, y amplió la zona de representación (redistritaje). Todo ello instaló al Estado como el protagonista social, y lo alejó aún más de las personas.
La deslegitimación normativa apunta a la ruptura del Estado de Derecho. F. Hayeck sostiene que el imperio de la ley es eficaz si el legislador se siente obligado; y que, si deja de ser un ideal, la sociedad caerá en un estado de arbitraria tiranía. Parlamentarios y alcaldes que apoyaron el octubrismo, su carácter violentista y su versión institucional (convención constituyente), incentivaron la destrucción del orden con el solo propósito de alcanzar el poder total en forma definitiva. El resultado es la incertidumbre.
Las candidaturas de izquierda en Copiapó y Vallenar representan más de 30 años de expectativas insatisfechas. La alternativa es un proyecto político basado en la certeza institucional, la propiedad privada y la igualdad de oportunidades, como garantías de la libertad individual en un proyecto común.