“25 M y la oportunidad perdida” – Por Álvaro Iriarte (Director de Investigación Instituto Res Publica)

El 25 de marzo se conmemora un nuevo aniversario de lo que muchos atacameños califican como el peor desastre en la historia reciente de la región.

Esta catástrofe natural era una oportunidad única de hacer las cosas de otra manera, para dar espacio a ideas nuevas en un proceso de reconstrucción. No se trataba solo de reparar el daño material directamente causado por los aluviones: también era una oportunidad para reactivar la economía de la región. Porque el mayor y más duradero impacto de los aluviones fue precisamente, profundizar los efectos de la desaceleración económica que experimentaba Atacama desde el 2014.

La autoridad decidió conducir la reconstrucción a la usanza del siglo XIX: una planificación centralizada en Santiago, cuya ejecución se entrega a las manos de una burocracia cada vez más ineficiente y politizada, y que además queda sujeta a los vaivenes productos de la peor gestión de la economía nacional en décadas.

¿Y si se hubiera planteado la reconstrucción de manera distinta? Por ejemplo, modificando el marco regulatorio para otorgar a la sociedad civil un rol protagónico en el proceso de reconstrucción, donde las personas puedan donar libremente su propio patrimonio, sin impuesto a las donaciones, sin fiscalizaciones inconducentes ni engorrosos procedimientos ante tribunales. De seguro hay muchos atacameños exitosos viviendo lejos de esta tierra que están dispuestos a ayudar en la reconstrucción. Otra medida: una revisión general de las restricciones impuestas por la autoridad para el acceso al crédito. No se trata de créditos blandos puntuales para reconstruir, sino que de abrir oportunidades financieras para reconstruir y para emprender; para volver a generar empleo y movilidad social. Finalmente, no podemos seguir enfrentando estos mega-desastres bajo la lógica de un Estado anquilosado en la rigidez propia del siglo XIX. A la par con soluciones innovadoras, necesitamos reformar el aparato estatal para hacer frente a esta y otros tipos de catástrofes naturales en el futuro.

La catástrofe que azotó a la región de Atacama en 2015 rompió todo esquema. El daño causado y el impacto negativo excedieron toda expectativa. Es por ello que no se podía seguir haciendo lo mismo de siempre para enfrentar el proceso de reconstrucción: se requería romper el molde en las soluciones.

 

 

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