La reciente suspensión del Sistema de Admisión Escolar (SAE), más conocido como “tómbola”, en el Presupuesto 2025, marca un punto de inflexión en la política educativa chilena. Esta decisión refleja el malestar que ha generado el sistema actual, particularmente su mecanismo aleatorio, que decide el ingreso de los estudiantes a los colegios sin priorizar el mérito académico ni la proximidad al hogar.
El SAE y la creación de los SLEP, implementados como parte de la reforma educativa impulsada por Michelle Bachelet y por quienes hoy están en La Moneda, buscaban garantizar la igualdad de acceso a la educación. Sin embargo, este sistema ha sido ampliamente criticado por las familias chilenas.
La frustración radica en que sus hijos no pueden acceder a establecimientos cercanos a su hogar, no se valora el mérito académico, y los estudiantes a menudo terminan en colegios que no están acordes con sus expectativas. Esta realidad es aún más evidente en regiones como Atacama, donde cientos de familias optan por exámenes libres debido a que sus hijos quedan asignados a establecimientos lejanos o poco adecuados.
Además del SAE, la implementación de los Servicios Locales de Educación Pública ha resultado ser un verdadero desastre, marcado por la desorganización y la falta de recursos adecuados.
A esto se suma la eliminación de los colegios particulares subvencionados, lo que ha generado una crisis de matrícula, limitando las opciones para muchas familias que buscan una educación de calidad para sus hijos. Estas políticas han profundizado el descontento ciudadano y evidenciado la desconexión entre las decisiones políticas y las verdaderas necesidades de la población.
El descontento respecto del SAE resonó con fuerza en el debate del Presupuesto. No obstante, ambas cámaras lograron un consenso impulsado por la necesidad de corregir un sistema que muchos consideran perjudicial.
La eliminación de la «tómbola» es una oportunidad para diseñar una política educativa más inclusiva y equitativa, pero el desafío es considerable. Será necesario construir un sistema que equilibre el mérito académico, la proximidad y la inclusión social, sin agravar las desigualdades ya existentes.
Espero que este sea un primer paso hacia un sistema que realmente refleje los valores y aspiraciones de la sociedad chilena, y no solo una respuesta superficial e ideologizada a una crisis profunda.