Las autoridades chinas estarían considerando que Elon Musk, el empresario más rico del mundo, adquiera las operaciones de TikTok en Estados Unidos si el Tribunal Supremo de ese país decide ordenar el cierre de la red social. Según fuentes citadas por Bloomberg, aunque Pekín prefiere mantener a TikTok bajo el control de su matriz, ByteDance, el análisis de alternativas refleja la complejidad del futuro de la plataforma en territorio estadounidense.
Musk, conocido por su liderazgo en Tesla y por adquirir Twitter (ahora X) en 2022, ha manifestado anteriormente su rechazo a la prohibición de TikTok en Estados Unidos, argumentando que una medida así atentaría contra la libertad de expresión protegida por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense. En este sentido, TikTok ha defendido en los tribunales que un cierre sería inconstitucional.
El futuro de TikTok en Estados Unidos está condicionado a una fecha límite: si no se separa de ByteDance antes del 19 de enero, la red social cesará sus operaciones en el país, un día antes de la asunción de Donald Trump como presidente. Trump, quien ya intentó prohibir TikTok durante su primer mandato, ha prometido «salvar» la plataforma, lo que sugiere que el destino de la red social podría ser objeto de negociaciones políticas.
China, la clave en una posible venta
China mantiene una posición estratégica en esta situación gracias a su «acción de oro» en ByteDance, que le otorga poder de veto sobre las decisiones de la empresa. Además, las estrictas regulaciones chinas sobre exportación de tecnología, incluyendo algoritmos clave, requieren que cualquier venta de TikTok reciba la aprobación explícita del gobierno.
Para Pekín, TikTok podría ser un instrumento diplomático en las negociaciones con la administración de Trump, especialmente en temas como aranceles y controles de exportación. Sin embargo, las tensiones en torno a la propiedad de la red social subrayan la competencia geopolítica y tecnológica entre ambas potencias.
La posibilidad de que Elon Musk adquiera TikTok representaría no solo un cambio drástico en el panorama tecnológico, sino también un elemento inesperado en la relación entre Estados Unidos y China.