La buena fe ( por Patricio Urquieta García, x Intendente Región de Atacama )

 

Las posibilidades electorales de un proyecto político debieran estar asociadas a la potencia de sus ideas. Pero no es así. Están a merced de una caricatura sobre una persona o una colectividad.

La competencia electoral ha sido desigual. No por una razón política, sino estratégica. El objetivo es el poder, pero ¿a qué costo? El desfalco estatal (convenios es reciente; pero recuerde subvenciones), la sedición octubrista, el deterioro institucional (indultos con pensión; crisis de seguridad; paros y captura de la educación; sin recursos en salud; inmigración descontrolada), el espíritu anti-inversiones y la masiva contratación de funcionarios públicos afines a la izquierda son tácticas al servicio de ese objetivo. La venta de la casa del ex Pdte. Allende entre autoridades del Estado es un ejemplo más. Sin respeto por las reglas básicas, no hay servicio público ni lealtad social posible.

De “buena fe”, la ideología transformadora de la izquierda presenta el mundo al revés. Aun así, en las pasadas elecciones obtuvo algunas victorias. Al parecer se les perdona todo, y el resultado es lo que ve: una crisis.

El horizonte de una sociedad con gente capaz, basada en la ética de la responsabilidad (M. Weber), es la superación. La dinámica de liderazgo que prevalece hoy subordina el mérito de las razones a un escenario ausente de cuestionamientos, sean arbitrarios o justificados. Sumado al populismo, la exacervación de las distancias en redes sociales y las diferencias generacionales en el ámbito valórico-cultural, la correción política ha servido al distanciamiento de la gente con los asuntos públicos, y es hora de revertirlo.

Chile puede salir adelante con menos protagonismo estatal y más libertad de las personas. El mundo es más ágil y complejo que el Estado, y si todo depende de éste estaremos estancados para siempre (ej. Litio). Ese camino requiere madurez cívica, el abandono de los prejuicios y la disposición a reconducir el pensamiento. Una propuesta de inicio: la buena fe debe ser el principio eje del Código del Trabajo. Una sociedad basada en la libertad, la buena fe y la eficacia de sus reglas inevitablemente va a prosperar.

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