El 2024 quedará en la memoria como un año complejo, de improvisación gubernamental y una tenue luz de esperanza al cierre. En nuestra región de Atacama, el impacto se sintió desde los primeros meses, cuando el cierre de la fundición Paipote dejó un vacío económico profundo, afectando a cientos de familias y marcando un antes y un después en la economía local. Pero eso fue solo el comienzo.
La educación, uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad, fue otro ámbito que vivió turbulencias. Los problemas en el Servicio Local de Educación Pública (SLEP) Atacama dejaron en evidencia una administración incapaz de garantizar cupos escolares suficientes, mientras la tómbola se convirtió en símbolo del caos y la desorganización. En lugar de soluciones, solo obtuvimos promesas.
Otro golpe llegó cuando se comprobó lo que muchos advertimos al debatir el proyecto de royalty: los recursos que se prometieron para las regiones mineras simplemente no llegaron. Una vez más, Atacama quedó relegada a los márgenes, observando cómo los discursos grandilocuentes del nivel central se desvanecían en la inacción.
Sin embargo, cerramos el año con un descubrimiento que podría cambiar el rumbo de nuestra región y del país: un yacimiento de mármol negro. Este hallazgo no solo abre la puerta a una diversificación minera esencial para Chile, sino que también representa una oportunidad para desarrollar una minería sostenible y de alto valor agregado. Con el mármol negro, Atacama podría posicionarse en mercados globales de lujo, impulsando la economía local y demostrando que es posible generar riqueza respetando el medio ambiente.
A nivel nacional, el fallecimiento de Sebastián Piñera motivó una reflexión en la oposición sobre el liderazgo y las ideas que la derecha debe ofrecer al país. Por otro lado, el Caso Monsalve expuso el “feminismo de cartón” de un Gobierno que se proclama defensor de la igualdad y de las mujeres, pero cuyas acciones dicen lo contrario.
Los grandes temas del año fueron educación, permisología, seguridad, pensiones y la crisis económica. En cada uno de ellos, la falta de carácter y planificación del Gobierno se hizo evidente. Nos enfrentamos a una administración que parece más preocupada por mantener la imagen de un grupo de jóvenes idealistas, que por enfrentar la realidad con la seriedad que requiere. Y esta improvisación ha tenido costos altísimos para Chile.
¿Qué espero para 2025? Que el próximo año sea uno de mayor madurez política y de decisiones responsables. Que Atacama pueda aprovechar el descubrimiento del mármol negro para diversificar su matriz productiva y recuperar la esperanza. Que el país avance en las reformas que necesita, pero con un plan claro y soluciones reales, no sólo con eslóganes. Y sobre todo, espero que Chile recupere el rumbo, porque no podemos permitirnos otro año de incertidumbre y estancamiento.
Afortunadamente, el próximo año hay elecciones presidenciales, lo que sin duda me hace mirar con optimismo el futuro. Para eso estamos trabajando desde Atacama, en la calle, con las personas y sus dolores.